Tiempos de confusión

De la mano de Josep Burgaya y junto a Lluís Rabell pasamos el final de la tarde realizando una autocrítica a la políticas y a la forma de hacer política de las izquierdas.

Temas como la vivienda, el trabajo, y los salarios, es decir, las condiciones materiales de la ciudadanía siguen siendo su principal foco de interés. Una izquierda que aporte orden y esperanza. Necesitamos una izquierda que aporte esperanza y un relato frente a los problemas reales, y que se pierda menos en discusiones estéticas que expulsan a la clase obrera de la política.

¿Necesitamos discursos? si, pero fundamentados en trabajo para la sociedad, para toda la sociedad, y hechos que mejoren la calidad de vida real. Hay que huir de la hostilidad discursiva frente al otro, la trampa planteada por la ultraderecha en la que hemos caído.

Hay que hacer posible que todos los miembros de la sociedad vuelvan a sentir que existe la posibilidad de tener un proyecto de vida.

Tenemos que revertir la situación actual en la que la tanta ciudadanía necesita ir al banco de alimentos tras pasar horas trabajando. Cambiar el sentimiento de humillación por un renovado orgullo de clase. Eliminar el miedo y la incertidumbre de las clases medias, asegurar los medios para mirar al futuro con ilusión.

Las izquierdas deben dejar de vender postales para los segmentos superiores de la sociedad, basta de postales urbanísticas, identitarias y libertarias, necesitamos líderes con los pies en la tierra, que ofrezcan soluciones a los problemas reales. ¿Qué voy a comer?¿Dónde voy a dormir?¿Quién me acompañará en mi vejez?¿Qué futuro tendrán mis hijos?

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El progresismo ha sucumbido a la “trampa de la diversidad”. Desde los años sesenta, cuando el desarrollo económico permitió priorizar cuestiones que trascendían lo material (género, orientación sexual, nuevas formas de vida, pacifismo, espiritualidad…) se ha venido configurando una cultura “postmaterialista”, territorio donde se libra una batalla en defensa de identidades “particulares”. La sociedad se ha convertido así en un agregado de subjetividades que piden ser reconocidas en su singularidad mientras la izquierda, que se pretendía emancipadora, ha dejado de lado temas fundamentales, particularmente los que tienen su punto de arranque en políticas económicas que generan polaridad de rentas y mayor empobrecimiento.


La confusión, en definitiva, se ha adueñado de la izquierda, que debería priorizar lo material y su estructuración social –las clases–, estableciendo objetivos liberadores de todo tipo de subyugaciones económicas, sociales y culturales.

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